Niños Pura Emoción

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LOS NIÑOS PURA EMOCIÓN

Cuando pienso en que los niños son pura emoción, me viene a la mente la expresión de Costa Rica «pura vida», dado que me transmite intensidad, naturaleza, contacto, vitalidad…

Y si pienso en un niño pequeño esto es lo que me llega:

– Necesidad de Contacto.

– Intensidad.

– Emoción desbordada.

– Energía.

– Exploración.

– Vitalidad.

Winnicot pediatra y psicoanalista, atribuía la salud y la creatividad de una persona  a la calidad de los cuidados tempranos  que se le brindaban de  niño.

Cuando nacemos somos seres vitales con excitación de estar vivos, con curiosidad natural y al mismo tiempo estamos llenos de necesidades. Fundamentalmente la necesidad de seguridad, de una presencia de alguien ilusionado por nuestra exploración, alguien más fuerte, más sabio…

Necesitamos de alguien externo que nos regule, dado que un bebe o un niño pequeño es muy sensible tanto a la sobreestimulación como a la subestimación. Es importante la presencia de alguien que conozca nuestro ritmo  y  nos aporte equilibrio.

La energía vital de un niño para explorar como un científico se carga fundamentalmente de la respuesta a necesidades relacionales de seguridad, ritmo y sensibilidad de los adultos. En la medida en que estas necesidades están suficientemente  cubiertas, el niño toma el permiso para explorar.

La niñez es una etapa sensible, los niños tienen que aprender un proceso social necesario sobre cómo manejar la propia vitalidad. Esto se ve fácilmente en el proceso de escolarización.

Todos los niños necesitan disciplina. La pregunta es: ¿Cuánto control ha de proveer el padre o la madre para cuidar del Yo vital y al mismo tiempo para impedir que el niño no se convierta en un salvaje?

Es importante para la salud física y emocional de los niños cuidar de ese Yo vital hacernos cargo como padres de la parte vulnerable y  eso implica regular las emociones en relación y desde la relación, proveerles de lenguaje. Con frases clarificadoras como: – ahora estas triste-, – entiendo que estés enfadado-. Esto es un ejemplo de cómo se puede ayudar al niño a identificar sus estados emocionales, y al mismo tiempo darles el permiso, de que es pertinente esa emoción, facilitando que vayan aprendiendo el canal verbal para expresarse.

Lo que puede ocurrir  con un exceso de control es que la personalidad del niño se organice defensivamente, cubriendo tapando el verdadero Yo con una envoltura que cubre el yo vital con una función básica de protección y entonces, de lo que estamos hablando es de una existencia basada en la sumisión.

La clave es que la regulación la pongamos los adultos. Si un niño de cuatro años se cae, llora y no obtiene respuesta se frotara las lágrimas. Esta autorregulación tomando este ejemplo como metáfora es demasiado pronto. Porque el gesto que estabiliza es el de acercarse, de hacernos cargo del llanto, proveerles de seguridad para que pueda interiorizar ese cuidado. En cambio, el dejar llorar como forma de endurecimiento del carácter se convierte en un arma de destrucción masiva que lo que gesta es una pérdida de creatividad, espontaneidad y de mucha del potencial del infante, por no hablar de la desprotección y de la sensación de abandono. Por otro lado, el gesto repetido de reproche de la caída es un germen de futura autocritica. Al estilo de – soy torpe- , -mejor no lo intento-..

Lo que los niños necesitan es que la estabilización venga de los adultos, que no se les fuerce a estabilizarse demasiado pronto, proveerles de un yo auxiliar. Para que un niño crezca sano primero tiene que depender y después llegará la autonomía. Pretender que un niño regule sus emociones cuando su sensibilidad emocional está a flor de piel y en pañales es cargarles tempranamente con demasiada carga emocional.

Esta estabilización externa tampoco tiene que ver con la sobreprotección ya que esta última es una invasión que no deja experimentar y es una forma de que la vitalidad de los niños se apague.

 

 

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